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By Mario _LAMANOLOCA_

RECORDAR EL PASADO PARA CONSTRUIR EL FUTURO

RECORDAR EL PASADO PARA CONSTRUIR EL FUTURO

En todo el asunto de la nueva ley de Memoria Histórica, del que tantas líneas estamos escribiendo, hay una cuestión que me llama poderosamente la atención. Como todos sabemos, la ley acaba de ser aprobada (bajo mi punto de vista sigue siendo pobre e irrespetuosa con los que se dejaron la piel defendiendo el sistema de libertades). No así, los detractores de la misma no han tardado en alzarse como el verdadero espíritu reconciliador, en contramedida a los  supuestos revanchitas que si la apoyan, e incluso, como es mi caso, que iríamos más allá, publicando nombres de ejecutores (por poner un par de ejemplos) y expulsando del país a los familiares directos del dictador, con la inmediata expropiación de sus fortunas, de las que tanto les gusta presumir y que son fruto de la muerte y el expolio.

El caso es que los detractores de la ley, autoerigidos salvadores de la democracia y la convivencia (que ironía), tienen  miedo a que la nación explote en un mar de peleas en los bares, luego las peleas se extiendan a las calles, y más tarde nos volvamos a matar unos a otros. Curiosa argumentación. Sería como intentar eliminar de los libros de texto las guerras entre católicos y musulmanes, por que en los colegios de hoy existe una evidente mezcla de razas afines a uno y otro lado. Una irresponsable sandez, como creo entenderán. La guerra civil es historia reciente, y por ello debería ser expuesta y conocida por todos. De hecho, para que nunca volvamos a matarnos unos a otros, el conocimiento objetivo de los acontecimientos es la pócima más eficaz que se conoce. Palabra de Confucio.

El sentido común y la experiencia nos de muestra que la historia es vital para el correcto desarrollo de una sociedad que quiera ser civilizada. Durante cuarenta años se escribieron miles y miles de páginas, no solo satanizando a la república, si no maldiciendo y criminalizando a todo aquel que tuviera un alo de izquierdista en su sangre. Yo estudié en un colegio de clara vocación católico fascista (ya en tiempos de democracia), como fue el Colegio Santo Tomás de Aquino, donde tuve que redactar y aprender frases sobre la guerra civil del tipo; “En la defensa del Alcázar de Toledo, un pequeño grupo de valientes soldados españoles soportaron durante días la envestida salvaje de las hordas comunistas”. Contaba con solo 13 años, pero ya te preguntabas cosas del tipo; ¿hordas comunistas? ¿mi abuelo era uno de esos monstruos de ojos rojos que integraban la horda? ¿ pero no era Franco el que tuvo como aliados a las tropas nazis e italianas? ¿ y en la segunda guerra mundial, no eran los nazis los malos? ¿ qué está pasando? ninoninonino…

Lo que sucedió en España no fue una pelea entre dos partes iguales. En ningún caso existía una mitad adicta al sistema dictatorial y otra mitad amante de las libertades. Simplemente la sociedad se vio obligada a adaptarse al régimen del terror y  garrota. En 1939, en España aconteció la aniquilación y extermino de un sistema democrático, con gobernadores electos y una constitución aprobada en mayoría. Es una aberración y un insulto a la inteligencia meter en el mismo saco a los que apoyaron el franquismo con los seres humanos que dejaron su piel en la defensa de la libertad, por lo que me niego a hablar de un bando y otro en igualdad de condiciones. Sería como equiparar las razones del asesino múltiple con la defensa letal del agredido.

Los militares que se sublevaron rompieron el juramento de servir a la patria y al pueblo. Eso es un hecho. La guerra civil española fue la primera guerra moderna donde se emplearon los bombardeos contra civiles como medida disuasoria. Eso es un hecho. Los militares golpistas, no solo eran traidores, si no que se comportaron y actuaron al nivel de sanguinarios depredadores, creando un precedente al que hoy en día estamos muy acostumbrados; ataques aéreos contra gente desarmada; la forma más vil y cobarde de hacer la guerra. Sin embargo hubo otros muchos militares que siguieron fieles y lucharon en total desventaja numérica y armamentística para frenar las inquietudes fascistas. Y esa gente ha sido borrada de la historia, cuando no mancillados sus nombres por historiadores afines al franquismo. Es de justicia hablar de las ejecuciones sumarísimas, de las violaciones, de los robos de infantes, de los encarcelamientos y torturas, de las represalias ideológicas, todo acontecido tras la contienda, lo que eleva la acción al rango de barbarismo.

Lo que exigen aquellos que apoyamos la ley de Memoria Histórica no es revancha. La historia objetiva ha de construirse desde un marco de libertad individual y de prensa, como el que hoy disfrutamos. Todo lo dicho con anterioridad cae en la sospecha de manipulación, por el simple hecho del carácter gregario del régimen inspirador. Es por ello que necesitamos una visión global de los acontecimientos, jamás contada hasta ahora. Eso se llama justicia. En ningún caso ha de confundirse con ansias de venganza, pues caemos en baratas argucias de los únicos interesados en el silencio y muerte de hechos pasados, que no son otros que los mismos que vejaron e insultaron la dignidad de nuestro país.

Los judíos sufrieron genocidio, los indios de América fueron masacrados por españoles psicóticos inspirados en la santa misión evangelizadora, las cruzadas sirvieron de excusa para ampliar las posibilidades de mercado de la nobleza inglesa, las brujas de Salem no fueron tales, en Irak no hay armas de destrucción masiva, Afganistán sigue siendo el primer productor de heroína del mundo y los señores de la guerra, antiguos talibanes, ostenta gran cota de poder. Con esto sólo quiero ratificar mi convicción de que la historia ha de ser conocida hasta su más escabroso detalle. Es vital, crucial y saludable. Cambiarla u ocultarla no nos lleva a ningún lugar, al menos a ningún lugar donde merezca la pena habitar.

La ley de Memoria Histórica no traerá otra guerra. Quizá algo de vergüenza y justicia. Pero les aseguro que no otra guerra.

 

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