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By Mario _LAMANOLOCA_

AUN ESTAMOS MUY LEJOS DE OCCIDENTE

AUN ESTAMOS MUY LEJOS DE OCCIDENTE SUPER NANI y SOS ADOLESCENTES

Aunque las comparaciones suelen resultar odiosas, me atreveré a indagar en  la confusa y convulsa sociedad española realizando un ejercicio de similitudes con los dos famosos programas televisivos: La jerarquía política actual, como un padre demasiado joven e inexperto, adolece de un verdadero profesional de la educación. El asunto se presenta con  carácter prioritario, si no de urgencia vital, ya que nuestra democracia dejó de ser un bebé, y ahora esta en esa  peligrosa fase de sobre excitación adolescente, con pelos en partes impúdicas y muy mala uva. Reconocerlo no es razón de vergüenza, si no de responsabilidad y humildad. Pensemos que educar no es nada fácil, a pesar de que en ocasiones pueda basarse en pautas inamovibles.

La elasticidad del espíritu humano hace de la tarea un laberinto impenetrable, cuanto más si se trata de un enorme conjunto de personas. Cualquiera que haya tenido hijos sabe que en la mayoría de los casos, como bien dejaba claro la supernani, la mayor parte de las conductas inadecuadas son producto de una inexperiencia paterna, más que de cuestión genética. O sea, que el fracaso es atribuible al educador en un porcentaje máximo de situaciones. “Si no sabes recorrer el laberinto, pide ayuda. Andar a ciegas podría costarte muy caro”.

La jerarquía política actual emprendió una labor que les quedaba  grande. Repito que reconocerlo, más que una vergüenza, es una cuestión de humildad y responsabilidad. El tiempo pasó entre arrumacos y  mimos hacia la frágil y recién nacida democracia. Se relajaron las técnicas de desarrollo en beneficio de los premios placenteros a corto plazo. Ahora se encuentran ante un adolescente caprichoso, que no acepta con normalidad la realidad del mundo, muy distinta de la que sus padres le presentaron. Cuestiones como las del cambio climático, el terrorismo internacional, el cumplimiento, sin excusas ni excepciones de los derechos fundamentales del ciudadano, el proceso ordenado de laicidad. Todos estos asuntos son nuevos para nosotros. Nos cayeron de improvisto, como agua fría en mitad del sueño. Pasado el momento de inyectarlas a la cotidianidad no es fácil decirle al mundo que se acabó conducir un coche superpotente sin que te inflen a impuestos, ni que podrá encender la calefacción tantas horas como quiera, ni que la fiesta, en ningún caso, puede primar sobre el derecho al descanso, ni que su Dios es más verdadero que el del otro, ni que por mucha pasta que tengan podrá construir sobre la playa de todos… El sentido común debería ser suficiente. Pero cuando el propio Estado, con sus legisladores al frente, ha promovido, consentido y obtenido beneficio del derroche, el exceso y la extrema tolerancia hacia comportamientos incívicos, la marcha atrás puede ser muy, pero que muy dolorosa: Los derechos del fumador por encima del no fumador, los derechos del consumidor de gasoil por encima del peatón, los derechos de la macroempresa por encima del bien común, los derechos de la industria capitalista por encima de los derechos de los pobres y de los niños…Han sido tantos los abusos normalizados en el tiempo que hemos perdido la perspectiva de la realidad. Todos, sin excepción, en algún momento de nuestra vida hemos pisoteado el derecho fundamental de otro ciudadano, ya sea por acción como por omisión. No podemos contribuir con nuestra pasividad a la explotación de menores, a la marginación, al integrismo religioso, a la corrupción y a la especulación de la vida. Es hora de rectificar una situación insostenible a largo plazo, que la gente deberá asumir como la única opción de poder sobrevivir a la adolescencia democrática y convertirnos en adultos saludables y responsables.

“Como dijo Aristóteles; Adquirir desde jóvenes tales o cuales hábitos no tiene poca importancia: tiene una importancia absoluta”. 

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